Comentario
En la Suiza neutral de 1916 confluyeron muchos personajes que no querían tomar parte en la guerra. Allí estaban Tristan Tzara (1896-1963) y Marcel Janco (1895-1984), estudiantes rumanos, con su país en guerra; Hans Arp (1887-1966), de Strasburgo, y Sophie Táuber (1889-1943), los dos de visita; Hugo Ball (1886-1927), un pacifista que había desertado del ejército alemán; Richard Huelsenbeck (1892), poeta y escultor inútil para el frente, y Hans Richter (1888-1976), cineasta además de pintor.Todos se reunían en el cabaret Voltaire, en la Spielgasse, la misma calle en la que vivía Lenin. El cabaret lo fundó el 15 de febrero de 1916 Hugo Ball, un escritor a medio camino entre la mística y la filosofía, que había colaborado en El Jinete Azul y había sido director de escena de los Münchener Kammerspiele. Ball colgaba pinturas en las paredes del cabaret y en las veladas se leían poemas y se hacía música. El tocaba el piano y su mujer, Emmy Hennings (1885-1948), cantaba. También editaba una revista trilingüe con el mismo nombre, "Cabaret Voltaire. Colección de arte y literatura", en la que colaboraban algunos de los nombres más importantes entonces: Marinetti, Picasso, Apollinaire, etcétera, y en la que apareció, por primera vez, el término Dada."Lo que nosotros celebrábamos era una bufonada y un oficio de difuntos al mismo tiempo", escribía Ball sobre sus actividades, y esta condición de espectáculo no desapareció nunca de las actividades dada y es uno de los pocos puntos que tienen en común los diversos centros. El y Tzara -Monsieur Dada- son los protagonistas en Zurich. Más radical y más activo el poeta rumano que el serio y tranquilo Ball, irá impregnando de radicalismo y nihilismo las actividades del cabaret. El escándalo será una de sus principales armas ya desde la primera velada literaria, que tiene lugar en 1917. Cerrado el cabaret por las autoridades, ante las protestas de los honrados ciudadanos de Zurich, en ese mismo verano la Galería Corray se transformó en la Galería Dada y se convirtió en el centro de sus actividades.Allí se leyeron a coro poemas automáticos, compuestos según la receta de Tzara en su "Manifiesto dada sobre el amor débil y el amor amargo", o abstractos, basados sólo en el sonido, a los que era muy aficionado Ball; se hicieron conferencias, representaciones teatrales, con máscaras y trajes diseñados por ellos mismos, y se expusieron obras, entre otras las schadografías de Schad, en 1918.Christian Schad fabricó imágenes fotográficas abstractas sin utilizar la cámara. Volviendo a los orígenes de la fotografía, a los primeros experimentos de Fox Talbot, colocaba objetos planos y papeles recortados sobre un papel sensible, que quedaba impresionado al exponerse a la luz, y el resultado era muy semejante a un collage. Precisamente uno de los caminos más fructíferos de Dada son las investigaciones fotográficas: éstas, las de Man Ray o los fotomontajes.Pero también se colgaron cuadros y se expusieron esculturas de Hans Arp y Sophie Táuber, plenamente abstractas. Arp, que, como Janco, había hecho hasta entonces obras inspiradas por el cubismo, el futurismo y el expresionismo, lo destruye todo en Zurich, y empieza a hacer collages basados en hojas e insectos; luego trabaja con papeles recortados colocados al azar y finalmente con maderas que después colorea. Richter ha contado cómo se iniciaron estas investigaciones de Arp: "un día, tras muchos intentos fallidos, rompió un dibujo que no le gustaba y tiró los papeles al suelo. Al mirarlos, descubrió que le interesaba la disposición en que habían caído, que le parecía expresiva. Pegó los papeles en un soporte, manteniendo esa disposición, y así se formó su nueva obra. El azar que Ball y Tzara llevaban a la poesía y Schad a la fotografía, Arp lo llevaba a la pintura y a la escultura. Por su parte Hans Richter (1888-1976), con Eggeling, un pintor sueco, inició sus investigaciones en abstracción cinematográfica. Richter, el más politizado de todos -procedía de Die Aktion - y fundó la Asociación de Artistas Revolucionarios, con Janco y Arp, pero sólo duró unas semanas.Demostrada históricamente y por los acontecimientos contemporáneos la inutilidad de la lógica, los dadaístas deciden abandonarla y dejar el campo libre al azar. Es él entonces quien rige sus actos y ordena sus actividades y sus obras. El lenguaje, tanto hablado como escrito, es el campo privilegiado de experimentación. Desde los poemas abstractos -basados en el ruido- y automáticos -regidos sólo por el azar-, al protagonismo de la tipografía, un aspecto esencial y radicalmente renovador, en todas las publicaciones -manifiestos, anuncios, invitaciones, publicidad, etcétera- de Dada y uno de los aspectos en los que se establece una relación más clara con otras vanguardias, como el constructivismo. Los dadaístas mezclan todo tipo de caligrafías, variando la intensidad de las tintas, los tamaños de letra y consiguiendo así páginas con una fuerza visual desconocida hasta entonces, capaces de despertar el interés o las iras del lector o del espectador, ya que se trata tanto de leer como de mirar. El viejo juego de imágenes y palabras que, en el siglo XX, habían puesto en marcha los cubistas, alcanza en Dada un desarrollo espectacular y se demuestra como un fermento renovador en manos de gentes como Schwitters o Haussmann.El grupo era muy activo, pero el nihilismo de Tzara casaba mal con las propuestas menos radicales de Ball y la cohesión no duró mucho. El poeta rumano en ese mismo año empezó a publicar la revista "Dada", con el Manifiesto de 1918 en el tercer número y la Antología dada en los números cuatro y cinco, con textos de Breton, Eluard y Aragon y con ilustraciones de Arp y Picabia. Huelsenbeck volvió a Alemania en 1917 y allí animó el grupo berlinés. Pero a cambio Tzara, en agosto de 1918, escribió a Francis Picabia, a quien admiraba como pintor y como escritor. Picabia fue a Zurich en enero y juntos editaron allí el número ocho de la revista 391, y los números cuatro y cinco de Dada. Tzara organizó el acontecimiento más sonado de Dada en Zurich, un acto en la Saal zur Kauffeuten. A finales de año apareció otra revista, "Der Zeltweg", dirigida por Tzara, entre otros, en la que ya colaboraba Schwitters. Pero la Gran Guerra había terminado, el cabaret Voltaire y el Dada en Zurich estaban heridos de muerte y la marcha de Tzara a París, animado por Picabia, a principios de 1920, marcó el fin.